Conocí a Rafa Jaime en mi travesía por el desierto del pasado verano.
Perdió un ojo con 4 años y otro con 19, momento en el que se quedo ciego por completo. Desde entonces, este atleta mexicano no ha parado de derribar muros sobreponiéndose a todas las dificultades que ha encontrado en el camino.
En una de mis innumerables conversaciones con Rafa, me regaló esta bonita reflexión que quiero compartir con vosotros. En ella, nos desvela la magia de una simple sonrisa, un abrazo, o cualquier gesto o acción que puedas tener en tu día a día.
A menudo no somos conscientes del impacto que tienen nuestras acciones.
Gracias Rafa por esta reflexión.